El pasado lunes 4 de diciembre jugaron el Girona y el Alavés. Fue uno de aquellos partidos que para los que les gusta el análisis deportivo les puede dar para escribir y reflexionar un rato. De hecho, se podrían hacer varios titulares en función de quien escriba y desde el lado que lo haga. «Este partido no se podía perder», «El Alavés no tiró la toalla y remontó el partido en treinta minutos» «El Girona se relaja y pierde un partido que ganaba 2-0», «No dieron el partido por perdido en ningún momento», «La fe de Munir acaba decidiendo el partido» …
Lo cierto es que el equipo de Vitoria sacó tajada de un partido por el que nadie apostaba. Mejor dicho; nadie no, los jugadores del equipo se crecieron y creyeron que ganar podía ser posible y así lo hicieron, no dieron el partido por perdido y acabaron ganando.
No quiero reflejar el demérito del Girona en el resultado porque rindieron muy bien durante todo el partido. Ya sea por las lesiones de dos de sus jugadores o porque no pudieron frenar la intensidad y ganas del equipo rival, sobretodo en la segunda parte, el equipo de casa es el que sale mas tocado, a diferencia de los de Álava que esa victoria les da motivos a creer que no hay que dar nada por perdido.